"MaízDigital: el alma detrás de las fábulas."

 En estas últimas décadas comencé a darme cuenta que muchas cosas que pude experimentar en el mundo inmaterial se iban disfumando. 

La nueva era de la “espiritualidad” comenzaba a ser un gran agente corrosivo, agente que, en vez de aclarar aguas, las enturbiaba. Llovían consignas, rituales, paradigmas…

Agente que llegaba por momentos y frente a individuos sensibles hasta hacerlos destructivos para sí mismos.

Años atrás casi nadie hablaba de lo que sentíamos y mucho menos de lo que percibíamos. Fuimos despertando a la deriva y buscábamos tener respuestas a todo ese mundo nuevo que poseíamos internamente pero que constantemente invadía el exterior de nuestra vida sin pedir permiso.

En esa búsqueda nos presentaron cursos, talleres, seminarios, maestrías de terapias holísticas. Cómo culparlos, si quien busca encuentra, conocemos la ley y hoy encontramos tanto que enfermamos de saber. 

No quiero desviarme de la consigna que es simplemente el título de mi blog:
“MaízDigital”

Por definición, maíz significa “lo que sustenta la vida”.
Y aquí, en este rincón de historias, la vida se sostiene con alma, con memoria, con preguntas... y con alas.

Te escribo como Mónica Gutmann,
pero sobre todo te escribo como alma.
Como alguien que supo lo que creía saber,
y hoy camina más liviana por haber soltado certezas.


La Avestruz y el Espejo del Alma.


 En la inmensidad de las llanuras africanas, vivía una avestruz llamada Amara. A pesar de su imponente tamaño y velocidad, Amara sentía una profunda vergüenza por no poder volar como las demás aves.

Cada vez que intentaba desplegar sus alas y elevarse, los otros animales la observaban, cuchucheaban entre ellos, algunos sonreían, otros dejaban reflejar en sus rostros la lastima que les causaba la pena que por ella sentían y ella, temiendo sus reacciones y juzgada por sus miradas, escondía su cabeza en la arena, aislándose del mundo.

Una noche, mientras Amara descansaba, tuvo un sueño vívido.
Se encontraba en un antiguo bosque donde se alzaba un majestuoso árbol, cuyas ramas sostenían espejos de diferentes formas y tamaños. Intrigada, se acercó a uno de los espejos y, al mirarse, no vio su reflejo habitual, sino imágenes de diversas culturas antiguas.

Primero, vio a un guerrero samurái japonés que, tras una amarga derrota, comprendía que la verdadera deshonra no residía en el fracaso, sino en no intentado. Luego, apareció un sabio griego que enseñaba que la vergüenza es una carga impuesta por la sociedad, y que la verdadera libertad se encuentra en la autocomprensión y la aceptación.
Finalmente, observó a una mujer, de trenzas blancas, originaria de América del sur que, al ser ridiculizada por sus creencias, su cultura, sus raíces, mantenía su dignidad, mostrándose orgullosa de ellas, compartiendo su saber que el valor de una persona no depende de la opinión ajena, sino más bien de la propia, de esa coherencia en pensar, sentir, actuar que nos alinea con la malla cósmica del universo.

Al despertar, Amara reflexionó sobre lo que había visto.
Comprendió que su vergüenza provenía de compararse con otros y de temer tanto el juicio externo.
Decidió que ya no escondería su cabeza en la arena, aunque fuese dificil de soportar, pero supo dentro suyo que los vientos solo cambian cuando aceptamos y actuamos.
Se centró en sus atributos, puso atención en sus virtudes y en lugar de lamentar no poder volar, celebraría sus propias habilidades: tales como su velocidad, su resistencia y su conexión con la tierra que tanto amaba.

Con el tiempo, los demás animales notaron el cambio en Aymara. Ya no evitaba sus miradas hostiles, dejó por completo su actitud cabizbaja, ensanchó su pecho y caminó con pasos firmes , mostrando sus talentos únicos.
Esos que Inspirados por su transformación y resiliencia lograron reflejar su verdadera esencia. Al ver esto muchos comenzaron a cuestionar sus propias inseguridades y a valorar sus singularidades.
Y así Amara se convirtió en la maestra de su tribu, sabiendo que ese desafío llamado vergüenza la empujó a descubrirse mostrando el camino hacia el único amor verdadero, el propio.

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Moraleja: La vergüenza es una barrera que nos imponemos, un espejo empañado limitando nuestro verdadero potencial. Al aceptarnos y valorarnos por quienes somos, aprendemos a amarnos como seres únicos que somos sin compararnos ni temer el juicio ajeno, encontramos al fin la libertad y la fuerza para vivir en plenitud.

Renacer en el viento.

En un antiguo bosque, donde los árboles hablaban entre sí y los vientos contaban historias del pasado, vivía un Halcón que, durante muchos días volaba sin rumbo. Solía recorrer los cielos sin detenerse, buscando respuesta que nunca llegaban. 

Se posaba en las ramas de un viejo Roble y pasaba horas observando el horizonte, sumido en sus pensamientos. 

Solía volar sin cesar - decía el Halcón-, solía lamentar mis decisiones, pensaba en mis alas, mis vuelos perdidos. Solía ver el sol ponerse y esperar que la noche me trajera respuestas. Pero nunca llegaban solo obtenía mas preguntas. 

El Roble, que había vivido ya muchos años, lo observaba en silencio.  En sus raíces guardaba siglos de sabiduría y a pesar de ello nunca, nunca había visto un ser tan perdido. 

Un día el Halcón se posó en una de sus ramas, cansado, derrotado por la abulia que lo consumía. 

- Porqué no encuentras paz joven Halcón?- le preguntó el Roble, con voz profunda. 

-Porque todo lo que hago parece en vano- respondió el Halcón - he mirado la vida de otros desde lo alto, he observado sus pasos y al final, todo sigue igual.  Mi vuelo parece no tener sentido.

El Roble observó con calma y acotó - la vida no siempre muestra sus frutos de inmediato. A veces nos hace volar en círculos, nos llena de dudas y agobio, pero todo tiene un propósito. Hermanito viento aunque no siempre lo veas, siempre empuja hacia adelante, aunque tú no te des cuenta que sucede. La vida te obliga a seguir, a mover las alas aunque creas que ya no tienes fuerzas. 

El Halcón, confundido, le respondió: - ¿pero cómo puedo seguir, si la vida me agota? ¿si solo me quedan los recuerdos, sombras del pasado y el vacío de no saber que hacer?

El Roble suspiró apaciblemente. 

- Nada te ganará, joven Halcón. El agobio y el hastío pueden intentar devorarte, pero la vida es como el viento, siempre regresa. Aunque a veces quieras rendirte y desaparecer, ella te empuja, te da un sacudón, te obliga a volar una vez más. Y en ese vuelo, encuentras lo que necesitas. La vida te da alas renovadas, te da permiso para salir del abismo y volver a alzar vuelo. 

El Halcón al escuchar estas palabras, se quedó pensativo. Pasaron días, semanas y mientras el sol caía y la luna ascendía, hermanito viento comenzó a soplar. El Halcón comenzó a sentir algo dentro de sí; una pequeña chispa que le devolvía la fuerza. Ya no esperaba que la noche le trajera respuestas, sino que comenzó a volar hacia la luz que emergía cada mañana. 

Un día al alba el Halcón se levantó en su vuelo y al sentir el viento acariciando sus plumas, comprendió aquello que el anciano Roble le había enseñado. No necesitaba hallar todas las respuestas; solo debía seguir adelante, volando, viviendo. Así, su agobio se desvaneció. y sus alas, renovadas, lo guiaron hacia nuevas alturas.   



Moraleja: La vida no siempre responde a nuestras dudas de inmediato, pero nunca deja de empujarnos a seguir. Ella sabe, que a veces, solo necesitamos aprender a volar de nuevo.



“Siempre damos lo que tenemos y somos.”

 Como muchas saben mi mayor labor en este camino que transito es para aquellas mamás, que, como me sucedió en carne propia, atravesamos la difícil tarea de buscar el esplendor de la vida a pesar del duelo.

Hace unos años atrás que persigo el propósito de ser luz en este sendero y al cual me aboco la mayor parte de mis horas.

En esta ocasión estoy fundida en la tarea de escribir un libro que nos conecte y pueda ser de antorcha para la oscuridad en la que nos sumergimos indefectiblemente cuando nos tocó enfrentar ese destino.

 

Cuando todo comenzó mi gran cuestionamiento personal fue ¿cómo desde mi lugar y habiendo padecido este derrumbe podré aportar a otras mamás ayuda genuina.?

 Tengo momentos en los que me retiro a surfear las olas y sé que quien convive con esta realidad lo comprende ampliamente.

 

Entonces una tarde, una cita del Talmud trajo respuesta. Podía hacerlo si estaba dispuesta y comprometida con esta misión.

Rompo así una más de las afirmaciones falsas que la nueva era pregona bajo la premisa de:

- “No se puede dar lo que no se tiene”

Cuan equivocadas encuentro estas palabras.

 

Me basta con recordarles por ejemplo a grandes estrellas de televisión, teatro y cine que nos hicieron reír y brindaron ternura y alegría con sus obras a pesar que en sus vidas personales fueron presos de depresiones profundas, incluso a tal extremo que alguno también tomo el camino del suicidio como consecuencia de este doloroso padecimiento.                   
Y como cara opuesta de la moneda que maravilloso fue su entrega al prójimo.

 

Sé con absoluta certeza que “Dar” es la esencia misma de nuestra alma, la cual es todo y contiene todo.  

Que no te engañen.

“Siempre damos lo que tenemos y somos.”

 

Para cerrar este escrito compartiré con ustedes la cita que me permitió hacer lo que amo; yo le llamo “humana-puente para mamás en duelo”. Si te hace falta una explicación más, quizás te alcance saber que me resultó simple cuando tomé mi propio dolor y quise ofrecerlo al servicio.

 


“Si no soy yo, quién

Si no es ahora, cuándo”.

                                                Talmud

Ni alumn@, ni maestr@. Soy Tiza

 11 de septiembre día del maestro en Argentina, mi país y desde este lugarcito “felicidades a tod@s.”

De aquí surgió el tema que quiero exponerles hoy.

La célebre consigna de “Todos somos alumnos, todos somos maestros.”

Uf centenares de veces escuché este memorándum.

Lo cierto es que si bien me sonaba muy pintoresca la explicación que sostenía esta oración también me generaba cierta controversia.

Algo, muy en el fondo, me hacía ruido.

Los engranajes del conocimiento no se alineaban armónicos en este pensamiento.

Porque enseñar confunde; mientras más lo analizo más aristas (como un vidrio fragmentado) emergen.

¿A quiénes debo enseñar?,¿ellos vendrán a mí? ¿debo salir a buscarlos? ¿hay que salir a golpear puertas? ¿tengo que enseñar a todos? Y ¿cuándo? Y la lista es interminable.

Podría seguir horas cuestionando… ¿existe alguien a quién no deba enseñar? ¿cómo me daré cuenta?  Sin mencionar los “cómo” … y desde allí esto sigue y sigue.

Pero hace unos días en una charla aprendí a donde posicionarme en este embrollo y acepté que somos tiza.

La tiza revela aquello que el maestro quiere dar a conocer. El alumno es quien recibe ese conocimiento mientras que la tiza es el instrumento que lo revela. Es la luz intermedia, el puente que conecta la energía creadora que se convierte en materia.

Ser tiza aliviana, nos aleja de la soberbia de creernos dueñ@s de la sabiduría y a su vez de la imperfección del no saber.

Por el contrario, me conecta con la tarea; humilde labor indispensable entre los extremos del maestro y alumno.

Amo ser puente, porque siento que esa es nuestra misión de tikun Olam (de corrección al mundo) y ahora sí me cierran todas las dudas y certezas.



"Tod@s somos tiza en manos del creador reflejando a su creación la luz Divina."

 

 

¿AIEKA?

-¿Aieka? (¿Dónde estás?) - Pregunta el Creador al primer hombre.
Y la respuesta fue: -me escondí.

Y lo asumamos o no, más de 5000 años después sigue siendo ésta la respuesta.

Pero, ¿Qué sucedería en cada uno de nosotros si portásemos este interrogante?
Tal vez ocurra que podemos hacer una práctica diaria del verdadero significado de ese estar místico del “aquí y ahora”… esas palabras tan insustanciales que se asemejan más a una moda que a una certeza, pero a su vez, constantemente mencionadas y más complejas de poder bajarlas a tierra.

Es que cuando nos preguntamos a diario ¿Aieka?

Nos traemos desde aquel mundo superficial que nos tenía absorbidos y dejamos de escondernos de nosotros mismos.

La pregunta entonces nos vuelve al sitio desde donde somos.

Nos vuelve a ese paquete de acciones positivas y no tanto. De esa luz y sombra que todos llevamos dentro y que a menudo negamos con nuestros 5 sentidos y emociones; que hábilmente lograron confundirnos.

 L@s invito entonces que todos los días ya sea al acostarnos, al levantarnos o en algún momento del día en que estamos inmersos por este mundo nos detengamos y nos preguntemos - ¿DONDE ESTAS?

Debemos saber y ser conscientes la mayor cantidad de horas posibles que la pregunta controla la mente y quien conduzca la pregunta guiará la mente. 

Solo así lograremos en un instante volver y hacer frente a todo aquello que debemos corregir y también a utilizar las herramientas de la suma completa de lo que nos construyó hasta este perfecto “hoy”.



Por como lo integro en mí, AIEKA es la mirada del águila panorámica e incluso extracorpórea que revela el punto fijo donde cada uno se encuentra y el camino al fin hacia donde daremos el siguiente paso. 

"MaízDigital: el alma detrás de las fábulas."

  En estas últimas décadas comencé a darme cuenta que muchas cosas que pude experimentar en el mundo inmaterial se iban disfumando.  La nuev...