En un antiguo bosque, donde los árboles hablaban entre sí y los vientos contaban historias del pasado, vivía un Halcón que, durante muchos días volaba sin rumbo. Solía recorrer los cielos sin detenerse, buscando respuesta que nunca llegaban.
Se posaba en las ramas de un viejo Roble y pasaba horas observando el horizonte, sumido en sus pensamientos.
Solía volar sin cesar - decía el Halcón-, solía lamentar mis decisiones, pensaba en mis alas, mis vuelos perdidos. Solía ver el sol ponerse y esperar que la noche me trajera respuestas. Pero nunca llegaban solo obtenía mas preguntas.
El Roble, que había vivido ya muchos años, lo observaba en silencio. En sus raíces guardaba siglos de sabiduría y a pesar de ello nunca, nunca había visto un ser tan perdido.
Un día el Halcón se posó en una de sus ramas, cansado, derrotado por la abulia que lo consumía.
- Porqué no encuentras paz joven Halcón?- le preguntó el Roble, con voz profunda.
-Porque todo lo que hago parece en vano- respondió el Halcón - he mirado la vida de otros desde lo alto, he observado sus pasos y al final, todo sigue igual. Mi vuelo parece no tener sentido.
El Roble observó con calma y acotó - la vida no siempre muestra sus frutos de inmediato. A veces nos hace volar en círculos, nos llena de dudas y agobio, pero todo tiene un propósito. Hermanito viento aunque no siempre lo veas, siempre empuja hacia adelante, aunque tú no te des cuenta que sucede. La vida te obliga a seguir, a mover las alas aunque creas que ya no tienes fuerzas.
El Halcón, confundido, le respondió: - ¿pero cómo puedo seguir, si la vida me agota? ¿si solo me quedan los recuerdos, sombras del pasado y el vacío de no saber que hacer?
El Roble suspiró apaciblemente.
- Nada te ganará, joven Halcón. El agobio y el hastío pueden intentar devorarte, pero la vida es como el viento, siempre regresa. Aunque a veces quieras rendirte y desaparecer, ella te empuja, te da un sacudón, te obliga a volar una vez más. Y en ese vuelo, encuentras lo que necesitas. La vida te da alas renovadas, te da permiso para salir del abismo y volver a alzar vuelo.
El Halcón al escuchar estas palabras, se quedó pensativo. Pasaron días, semanas y mientras el sol caía y la luna ascendía, hermanito viento comenzó a soplar. El Halcón comenzó a sentir algo dentro de sí; una pequeña chispa que le devolvía la fuerza. Ya no esperaba que la noche le trajera respuestas, sino que comenzó a volar hacia la luz que emergía cada mañana.
Un día al alba el Halcón se levantó en su vuelo y al sentir el viento acariciando sus plumas, comprendió aquello que el anciano Roble le había enseñado. No necesitaba hallar todas las respuestas; solo debía seguir adelante, volando, viviendo. Así, su agobio se desvaneció. y sus alas, renovadas, lo guiaron hacia nuevas alturas.
Moraleja: La vida no siempre responde a nuestras dudas de inmediato, pero nunca deja de empujarnos a seguir. Ella sabe, que a veces, solo necesitamos aprender a volar de nuevo.